El vocablo masón tiene su origen en la alta Edad Media, en tiempos anteriores al Imperio de Carlomagno. Según San Isidoro de Sevilla se denominaban machionis (albañiles) a los trabajadores de la construcción, a causa de las machinas (andamios) que utilizaban para alcanzar la altura de las paredes[1]. De este vocablo machio derivan los términos macón (francés), mason (inglés), masón (español), maurer (alemán) y muratore (italiano).[2] Por lo tanto, su actual utilización se remonta al siglo VIII, aunque es frecuente encontrar en antiguos textos monásticos el concepto latino magíster caementarius para definir al maestro albañil. En determinado momento, éstos trabajadores recibieron ciertas franquicias y privilegios constituyéndose en gremios o corporaciones –llamados a menudo guildas- que gozaban de libertades especiales, entre ellas la de moverse libremente a lo largo de Europa. Es por esa razón que los masones se convirtieron en francmasones al anteponer la palabra libre a la de albañil (freemasons, freimaurer, francomuratori etc.). Sin embargo, en la actualidad, se utiliza indistintamente cualquiera de los dos vocablos (masón, francmasón) para identificar a quienes pertenecen a la Masonería.
[1] San Isidoro de Sevilla, Etimologías, XIX, IX, 1.[2] Niermeyer Lexicon Minus, machio-onis = masón.
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La gran mayoría de los masones cristianos nos definimos como hombres tradicionales. Creemos poseer una doctrina y tenemos un profundo sentido religioso que nos lleva a pensar en la Reintegración, como una meta al final de la existencia humana. Leer mas